jueves, 20 de mayo de 2010

El Amor desde Kant


He traido a modo de comentario unas consclusiones que me resultaron a partir de la observación y el deseo de dar una explicación meditada a algunas conductas y hechos que he podido apreciar y contemplar de mi madre, una mujer altamente capaz y fervorosamente seguidora de la religión cristiana - mujer admirable desde una optica socio pragmática. He tomado como refernecia una obra suscrita por MARÍA ELTON BULNES, una interesante ensayista en cuestiones filosóficas. Las teorias e ideas legadas por Emmanuel Kant son abundantes, y porque no, importantes en la comprensión de algunos fenomenos historicamente no comprendidos hasta el día de hoy; espero les guste.

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Desde una experiencia profundamente cristiana, la mayor exaltación
de la persona se encuentra lejos de todo universalismo lógico,
cuando ella actúa desde su totalidad, desde su mismo corazón, para
acoger el amor de Dios —que es ciertamente universal, pero con múltiples
manifestaciones providentes personales—, cosa que es imposible
desde la razón pura práctica kantiana, que aqui en terminos diminutos pero comprensibles paso a exponer, y que niega su acceso al querer
divino. Es fácil darse cuenta que mientras más se aproxima la reflexión
de la misma a su ideal, para obtener un razonamiento perfectamente
lógico y un querer cuyos motivos han sido objetivamente
pensados, más esos actos humanos entran en lo universal lógico, desprendiéndose
de la persona viva que los ha producido. Los razonamientos,
mientras más acabados son, más parcelan lo real, y mientras
más lo parcelan, más incapaces son de establecer el contacto entre el
todo de Dios y el todo del hombre, que no es otra cosa que el encuentro
de dos amores personales.
La superación del formalismo ético kantiano estaría - que conocemos e interpretamos hoy - pues, en la
remisión de la ley moral universal a lo que es su origen verdaderamente
cristiano, un mandato de Dios en cualquiera de sus formas —
ley natural, ley evangélica, consejos, inspiraciones y fortaleza de la
gracia—, y en la transformación de la voluntad libre kantiana en amor, que es libre en la medida en que acoge la iniciativa divina. Hemos
visto anteriormente que lo primero es rechazado explícitamente
por Kant, cuando reduce la perfección del Evangelio y la bondad
misma de Dios, a idea de la razón a priori. También vimos que el
amor a Dios es repelido por Kant, todas las veces que niega que la
voluntad divina sea objeto de la nuestra, o que pueda determinarla haciéndola
perder su pureza formal.
Va más lejos todavía Kant, afirmando que el amor a Dios es una
meta ideal de santidad inasequible para toda criatura. Dice que "Amar
a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo", es un
mandamiento que exige respeto a una ley que ordena amor. Pero
Amar a Dios significa, aquí, llenar con gusto todos los deberes con
respecto a él. Pero un mandato de que se deba hacer algo con gusto es
contradictorio, porque si sabemos lo que estamos obligados a hacer, y
además tenemos conciencia de hacerlo con gusto, el mandato es innecesario,
y si lo hacemos por respeto, y no por gusto, se obra en contra
de la disposición de ánimo ordenada —el gusto—. Esta disposición
moral de ánimo es la perfección que presenta el Evangelio, y se
constituye como un ideal de santidad inasequible para toda criatura.
Sin embargo, es el prototipo hacia el cual debemos tender a aproximarnos
e igualarlo en un progreso ininterrumpido, pero infinito44.
El amor a Dios no es posible desde el pensamiento práctico kantiano,
porque su sistema se basa, como decía anteriormente, en una
contraposición entre razón y sensibilidad, precisamente porque la voluntad
no es santa, al estar afectada por causas motoras sensibles, lo
cual constituye su mal radical. Por eso no puede amar con gusto a
Dios y al prójimo, sino sólo con amor práctico, que es hacer el bien
sólo por deber, aunque ninguna inclinación empuje a ello, e incluso si
se opone una aversión natural e invencible. Jamás podemos llegar
por nosotros mismos a una coincidencia, tornada en naturaleza nuestra
y jamás deshecha, entre la voluntad y la ley moral, es decir que
jamás podemos entrar en posesión de una santidad de la voluntad.
Para los hombres y todos los seres racionales creados, la necesidad
moral es compulsión, obligación, deber, y no un modo de proceder amado por nosotros mismos o que pueda llegar a serlo.

1 comentario:

Roberta Landeo Aguirre dijo...

A que se refiere con Universalismo lógico? Tiene que ver con la abstracción axiológica o es simplemente un adjetivo filosófico?

Mi correo es: YasOnhyg_h@hotmail.com

Le agradeceria mayor información, soy estudiante de Filosofia de la Universidad de Piura.